lunes, 8 de septiembre de 2014

HISTORIA

DE LA "LEYENDA" SOBRE EL ORIGEN DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE SANTA MARÍA VIRGEN

Insignes devotos de nuestra Señora
Hubo en la ciudad de Florencia siete hombres, dignos de mucha reverencia y estima, a Ios cuales nuestra Señora unió para iniciar, por la vida común y la concordia de Ios ánimos, la Orden de sus Siervos.

Cuando ingresé en nuestra Orden aún vivía fray Alejo, único sobreviviente del grupo de los siete. Plugo a nuestra Señora conservar en vida hasta nuestro tiempo a fray Alejo, para que de su boca pudiéramos conocer el origen de nuestra Orden. La vida de fray Alejo era tal que, como lo pude comprobar con mis propios ojos, no sólo arrastraba con su buen ejemplo a los que con él vivían, sino que era también una garantía de su propia perfección, de la de sus compañeros y de su profunda religiosidad.

Cuatro aspectos pueden considerarse por lo que toca al estado de vida de los siete Fundadores antes de que se congregaran para dar origen a nuestra Orden.

En primer lugar, el estado con relación a la Iglesia: algunos de ellos se habían comprometido a guardar virginidad o castidad perpetua, por lo que no se habían unido en matrimonio; otros ya estaban casados, y otros habían enviudado.

En segundo lugar, el bienestar y condición social: aquellos siete varones comerciaban con las cosas de este mundo, según las reglas del arte mercantil; pero cuando descubrieron la perla preciosa o, por mejor decir, cuando conocieron que esta perla quería producirla nuestra Señora por medio de la unión de sus vidas, entonces para comprar dicha perla, es decir, nuestra Orden, no sólo vendieron todos sus bienes y los distribuyeron entre los pobres, según el consejo evangélico (cf Mt 13, 45-46), sino que, con ánimo alegre, entregaron sus propias vidas.

En tercer lugar, su reverencia y honor para con nuestra Señora. Existe en Florencia, desde muy antiguo, una sociedad fundada en honor de la Virgen María, la cual, por su antigüedad y por la santidad de sus numerosos asociados, había conseguido una cierta relevancia sobre las demás y el título de Sociedad mayor de nuestra Señora. A ella pertenecían, antes de reunirse, los siete Fundadores corno insignes devotos de nuestra Señora.

En cuarto lugar, el estado de perfección espiritual: amaban a Dios sobre todas las cosas y a Él ordenaban todas sus acciones, como exige el recto orden, honrándolo así con todos sus pensamientos, palabras y obras.

Cuando, por divina inspiración, ya estaban decididos a vivir en común, a lo que les había impulsado de un modo especial nuestra Señora, arreglaron sus asuntos familiares y domésticos, dejando lo necesario para sus familias y distribuyendo el resto entre los pobres. Finalmente, se dirigieron a hombres de consejo y de vida ejemplar y les manifestaron su propósito.

Así, pues, subieron a Monte Senario, y en su cima levantaron una pequeña casa, adecuada a sus necesidades, a la que se fueron a vivir en comunidad. Allí empezaron a caer en la cuenta de que se habían congregado no sólo para alcanzar su propia santificación, son también para admitir a nuevos miembros, con el fin de acrecentar la nueva Orden que nuestra Señora había comenzado sirviéndose de ellos. Por tanto, empezaron a recibir a nuevos hermanos y, así, fundaron nuestra Orden, cuya principal artífice fue nuestra Señora, que quiso que estuviera cimentada en la humildad de los frailes, edificada por su concordia y conservada por su pobreza.

Nuestra Orden nacida como expresión de vida evangélica, asume la inspiración mendicante -propia de su tiempo- en el seno de la Iglesia. Han sido mucho sus seguidores y entre ellos, también diversos santos y santas (Felipe Benicio, Juliana Falconieri, Peregrín Laziosi y, a finales del siglo pasado Antonio Pucci).

Hoy la Familia de los Siervos de María está formada por frailes (unos 1000 en todo el mundo); monjas contemplativas (unas 200); religiosas (23 congregaciones con unos 5.000 miembros), dos Institutos seculares y varios miles de laicos, miembros de la Orden seglar (Tercera Orden). 



Presentes en los cinco continentes (como la imagen indica), "perseguimos en nuestra vida el ideal de alcanzar la perfecta estatura de Cristo, teniendo para con las criaturas sólo relaciones de paz, de misericordia, de justicia y de amor constructivo. En este empeño de servicio, sea la figura de Maria al pie de la Cruz la imagen que nos guíe. Puesto que el Hijo del hombre es aún crucificado en sus hermanos, nosotros, los Siervos de la Madre, queremos estar con Ella a los pies de las infinitas cruces, para llevar consuelo y cooperación redentora"[2].

[1] (Nn. 15.26-27. 16-19.21.30.41.48.44 passim: en Monumenta OSM, 1, pp. 71 ss.).

[2] Tomado del Epilogo de las Constituciones de los Siervos de Santa María, Roma 1987. 


DE LOS ORIGENES (1233) A LA APROBACIÓN PONTIFICIA (1304)

Una tradición consolidada hace surgir en el año 1233 el origen de la Orden de los Siervos de Santa María. En darle importancia a esa fecha dentro de la Orden ha contribuido el hecho que uno de sus máximos santos Felipe Benicio (+ 1285) había nacido en Florencia precisamente en 1233.

El más antiguo y con autoridad documento narrativo sobre el origen de la Orden, escrito probablemente por el prior general fray Pedro de Todi cerca del 1317-1318, lleva por título Legenda de origine Ordinis fratrum Servorum Virginia Mariae (= Legenda sobre el origen de la Orden de los Siervos de la Virgen María). Es de notar que el término Legenda significa  texto para ser leído.

En el momento de los orígenes de los Siervos de María, la presencia de movimientos religiosos en Florencia era intensa.

La vida ciudadana, sin embargo, era diferente por inquietudes sociales. Un grupo de siete laicos (conocemos con certeza solamente el nombre del primero, Bonfilio, del cual se puede admirar una grande estatua en la basílica vaticana) abandonan familia, actividades y profesiones para retirarse a vivir juntos y en penitencia, pobreza y oración. En la ciudad  dividida por luchas fraticidas, ellos buscaron dar testimonio visible de comunión fraterna. Lugar de su retiro fue Cafaggio, donde actualmente surge en Florencia la basílica de la SS.ma Anunciación. Sucesivamente, en busca de una mayor soledad, se retiraron en el áspero Monte  y, gracias al creciente números de personas que se unieron a ellos, fundaron nuevas comunidades.  En  efecto son anteriores al 1256 los conventos de Siena, Ciudad de Castello y Borgo Sansepulcro, además de Florencia y Monte Senario.

Por una disposición ya aprobada por el Concilio Lateranense IV (1215), y después hecha severamente operativa por el Concilio II de Lyon (1274), la Orden esta en riesgo, junto con otras nuevas Órdenes religiosas mendicantes, la supresión. La salva Felipe Benicio, prior general del 1267 hasta la muerte (1285), que gracias a su acción eficaz de paz llevada a la ciudad de Forlí, donde un joven que al inicio lo había combatido después decidió seguirlo y hacerse Siervo de María. Fue Peregrino Laziosi, o de Forlí, el santo de la Orden hoy mayormente conocido y venerado.

DE LA APROBACIÓN PONTIFICIA (1304) A 1500

El Papa Benedicto XI, dominico, el 11 de febrero de 1304, con la bula Dum Levamos aprobó la Regla y las Constituciones de los Siervos de María. En aquella fecha, la Orden contaba no menos de 250 frailes, distribuidos en 27 conventos en Italia y en cuatro conventos en Alemania.

En este año (2004) se conmemora el séptimo centenario de la aprobación pontificia de la Orden. El acontecimientos ha sido recordado con una importante Carta a toda la Familia de los Siervos por el prior general actual fray Ángel M. Ruiz Garnica.

El Trescientos, en la vida de la Orden, estuvo marcado por la presencia de figuras ejemplares de frailes, la cual vida ha sido transmitida por importantes documentos históricos. Se pueden recordar: el beato Joaquín de Siena (1306), el beato Buenaventura de Pistoria (1306), el beato Jacobo de Ciudad de la Pieve, mártir, en 1310, por la justicia; el mismo año murió el último de los siete Fundadores Alejo Falconieri; recordamos también los beatos Andrés de Sansepulcro, Ubaldo de Sansepulcro y Buenaventura de Pistoia  (1315), el beato Francisco Patricio  (1328) y el beato Tomás de Orvieto (1343). Mueren en el Trescientos, santa Juliana Falconieri (1341) y san Peregrino Laziosi (1345).

Entre los frailes del Trescientos recordamos se encuentran fray Pedro de Todi que fue prior general del 1314 al 1344 y figura controvertida dentro de la Orden, y también fray Andrés de Faenza, prior general por 22 años e insigne arquitecto al cual se debe la basílica de S. María de los Siervos de Bolonia.

El Cuatrocientos se abre en la Orden de los Siervos de María con el capítulo general de Ferrara (1404) que decidió restaurar moral y espiritualmente Monte Senario. En el renacimiento de Monte Senario se vincula el surgir en la Orden, en 1430, la llamada Congregación de la Observancia que, sin separarse jurídicamente de la Orden, representó un movimiento interno reformador; fenómeno que se verificó también en muchas otras Ordenes religiosas, las cuales si se llegó a la separación: no fue así para los Siervos de María. La experiencia de la Congregación de la Observancia, en efecto, para los Siervos de María se concluyó en 1570. Recordamos que en el 1493, los conventos de la llamada Observancia eran 26 y, antes del 1570, eran unos 60.

En 1424, con la bula Apostólicae Sedis providentia, Martín V ratifica la existencia y la organización de la Tercera Orden, hoy llamada Orden Seglar de los Siervos de María.

En el Cuatrocientos asumen importancia en la Orden como centros de estudios los conventos de la Santísima Anunciación de Florencia y de Santa María de los Siervos en Bolonia.

Figuras insignes de los Siervos de María en el Cuatrocientos fueron el prior general Antonio Alabanti que, el 27 de mayo de 1487, obtuvo de Inocencio VIII el llamada Mare mágnum, es decir, la bula Apostolicae Sedis intuitus que contenía todos los privilegios pontificios concedidos hasta entonces a la Orden. El analista de la Orden Arcángel Giani atribuye a Alabanti la idea que también los Siervos de María participaran en la Evangelización del Nuevo Mundo, apenas descubierto por Cristóbal Colón.



Entre los santos frailes del Cuatrocientos se recuerdan a los beatos Benincasa de Montepulciano (1426), Jerónimo de San Ángel en Vado (1468), la beata Elizabet Picenardi  (1468), el beato Santiago Felipe Bertoni  (1483) y el beato Buenaventura de Forlí (1491).

Al final del Cuatrocientos, se funda un convento en Las Cuevas (Aragón), en España; en aquella época los conventos de los Siervos eran cerca de 170 y 1200 frailes.

DE 1500 A LA CANONIZACIÓN DE LOS 7 FUNDADORES (1888)

El Quinientos para los Siervos de María es un siglo complejo y atormentado en cuanto la Orden resiente los acontecimientos que en este siglo marcan la vida de la Iglesia (el brote de la reforma luterana, 1517; el Concilio de Trento, 1545-1563; la Contrarreforma o reforma católica…). En la Orden, mientras que en el Cuatrocientos habían gobernado 6 priores generales, en el periodo comprendido entre la muerte de Alabanti (1495) y la de Ángel María Montorsoli (1600), se tuvieron unos 20 priores generales, más de la mitad fueron elegidos por el papa. Además, en los primeros años del Quinientos la Congregación de la Observancia tuvo un serio declive. Se recuperará plenamente en la Orden en 1570

En 1505 muere en Milán el beato Juan Ángel Porro, considerado entre los primeros que empezaron el catecismo de los niños. Transcurridos pocos años del inicio de la reforma luterana, se empezó a suprimir los conventos de la Orden en Alemania. En 1933, el prior general Jerónimo Amidei de Lucca lanza una fuerte llamada a toda la Orden para reconstruir Monte Senario.

La Orden estuvo presente en el Concilio de Trento con los Siervo de María Agustín Bonucci, prior general del 1542 al 1553 y Lorenzo Mazzocchio, prior general del 1554 al 1557… Contemporáneamente al Concilio se procede a la revisión de las Constitucions de la Orden: antes del 1548 (Capítulo general de Budrio), después en 1556, en 1569 y finalmente en 1580, bajo el tiempo del padre general de Santiago Tavanti.


Al final del siglo guían la Orden dos eminentes figuras, fray Lelio Baglioni y fray Ángel M. Montórsoli –no confundirlo con el tío, el Siervo de María y grande escultor Juan Ángel Montórsoli (1507-1563). A Fray Lelio Baglioni, prior general del 1590 al 1597, se le debe una reforma de la Orden actuada con una serie de disposiciones concretas y con el inicio, en el 1593, de la Congregación eremítica de Monte Senario. La Célebre Carta espiritual, escrita por fray Ángel María Montórsoli mientras vivía como ermita en un cuarto del convento de la Santísima Anunciación de Florencia, impactó de tal manera al papa Clemente VIII que obligó a Montórsoli a salir de su reclusorio y lo impuso como prior general en 1597. Como se ha dicho, en el 1570 es reunificada la Orden con la Congregación de la Observancia. Al final del Quinientos, los conventos de los Siervos de María eran 240 y los frailes mas de 1800.

DE LA CANONIZACIÓN DE LOS SIETES FUNDADORES (1888) AL 2000

Mientras el Setecientos fue el siglo del máximo incremento numérico de la Orden, el Novecientos es el siglo de su máxima dislocación geográfica que llega a los cinco continentes. De esta internacionalización de la Orden se confirma el siguiente dato: de los orígenes hasta el 1913 los Siervos de María tuvieron un solo prior general no italiano (fray Alboino M. Patscheider). Del 1913 a hoy, de 11 priores generales, siete son no italianos: el francés Alexis Henri M. Lépicier (1913-1920), el inglés Augustine M. Moore (1926-1932), los americanos Joseph M. Loftus (1965-71) y Peregrine M. Graffius (1971-1977), el canadiense Michel M. Sincerny (1977-1989), el belga Hubert M. Moons (1989-2001) el mexicano Ángel M. Ruiz Garnica (2001-…)

Para los Siervos de María el Novecientos es el siglo del asumir un creciente compromiso misionero y el de las nuevas fundaciones.

En lo que se refiere a las Misiones de los Siervos, fueron asumidas por la orden como territorios misioneros, en 1913 Swaziland (Sudáfrica); en 1919 el Acre (Brasil); en 1937 Aysén (Chile) y en 1938 Zululand (Sudáfrica).

En lo que se refiere a las Fundaciones, en 1912 se tuvo la primera fundación de la Orden en Canadá; en 1921 en Argentina, en 1935 en Transvaal; en 1939 en Uruguay; en 1943 en España, en 1946 en Bolivia; en 1947 en Irlanda; en 1948 en México; en 1951 en Australia; en 1952 en Venezuela; en 1963 en Colombia, en 1964 en Alemania; en 1974 en India; en 1984 en Mozambique, en 1985 en Filipinas; en 19.. en Uganda; en 1993 en Albania; sin decir de las refundaciones en Hungría (Eger) y en la República Checa…


En 1943 se abre en Londeres por Joan Bartlett al Servite House que se convertirá en Instituto Secular Servita, mientras en 1959 nace el instituto Secular Regnum Mariae.  En 1987, por iniciativa del prior general Michel M. Sincern, nace la Unión Internacional de la Familia Servita (UNIFAS).

Después del Concilio ecuménico Vaticano II, la Orden procede a la revisión de las propias Constituciones; revisión empezada con el Capítulo general extraordinario de 1968  (Majadahonda, Madrid) y concluido con la aprobación de la Santa sede en 1988. 

En 1964 la Orden registra el mayor incremento numérico después de la primera mitad del Setecientos, llegando a florecer los 1700 unidades.   Otros acontecimientos de relevancia del Novecientos han sido el nacimiento de la Pontificia Facultad Teológica Marianum (1950), la beatificación (1952) y la canonización (1962) de fray Antonio M. Pucci; la creación en 1959 del Instituto Histórico de la Orden, el nacimiento, después del Concilio Vaticano II, del a Comisión Internacional permanente para la Liturgia (CLIOS); el confirmarse algunas revistas científicas Studi Storici  de la Orden de los Siervos de María fundada en 1931 y Marianum, fundada en 1939. Recordamos además de la canonización de Clelia Barbieri  (+ 1870), fundadora de las Mínimas de la Dolorosa, la beatificación de Ferdinando M. Baccilieri de la Orden seglar de los Siervos de María (1997) y de sor María Guadalupe Ricart Olmos (2001), claustral española, mártir durante la guerra civil de España.

Figuras de importancia en el Novecientos de los Siervos fueron fray Henri Alexis M. Lépicier (1863-1936), prior general y cardenal; Gabriele M. Roschini (1900-1977), insigne mariólogo; Joaquín M. Rosseto (1880-1935), primer misionero de los Siervos en África; James M. Keane (1901-1975) por el inicio de la Orden en Irlanda y en Australia y los jóvenes fray Venancio M, Quadri (1916-1937) y fray Joaquín M. Stevan (1921-1949), de los cuales esta la causa de beatificación.

Una mención particular merecen los frailes Giovanni M. Vannucci (+ 1984), místico y autor de importantes escritos y el poeta fray David M. Turoldo (+ 1992).

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